miércoles, 10 de septiembre de 2008

Cafayate


Sus relieves dibujan al Quilmas
sus cumbres adornan al cajón,
con añejas rocas volcánicas
en el Angastaco y su formación.

La perla de los Calchaquíes
con sus millares de primaveras,
bordea en el valle del encanto
por el Tucumán y sus fronteras.

Las nubes cantan a sus parrales
una tormenta de viñas florece,
madura la noche un río de uvas
en volcán de vinos, se amanece.

En sus valles llueve la arena
junto al viento su serenata,
alegres lunas bailan contentas
en hondos mitos color de plata.



Adolfo Damián Zerpa

Agua


Yo soy el canto de los ríos
mi voz se consume en el arenal,
mis labios se congelan al frío
en la alturas y en el mar.

Mi vida nació de una roca
parida de lajas y peñascos,
crecí con el vapor de las nubes
para bañar los valles y cardos.

Los vientos guiaron mis modales
sin escatimar las distancias,
disfrutando en lagos y humedales
sembrando vidas y esperanzas.

Mi canto creció de una burbuja
las alegrías son mi tormenta,
enhebraron un río de coplas
para regar a toda la cuenca.



Adolfo Damián Zerpa

Cerrillos


Lo nombro en el cerezo florecido,
en el hogar leña y en un piano,
en el huérfano sol de mis hermanos
y en lo que amamos lejos del olvido.

En la casa de adobes, dulces y vieja,
en otoños luces desgastadas
y en aquella muchacha no olvidada
por el viejo cantor de Tres Acequias.

Guarda Cerrillos bajo el cielo puro
una noble tibieza entre sus muros
y placidez de otoño en cada esquina.

Como un ciego que vuelve de la mano
búscalo en el amor de algún verano
y donde la nostalgia se termina.



Sergio Rodríguez

Valle


Hace una lluvia de tiempos
que vivo admirando su cielo,
en sus estrellas contemplo
un mar de lunas y desvelos.

Como la suerte de un viajero
desde el corazón se desgranan,
los anhelos de un forastero
que pasa dibujando un rosario.

El tiempo va mojando los días
en una hermosa gota de bondad,
sus aguas riegan la geografía
y crece un lago de felicidad.

Comienzan a brotar sus valles
reflejado en un cielo admirado,
en su barro duermen las estrellas
junto al mar de lunas, los sueños.



Adolfo Damián Zerpa

Encuentro


Debajo de los cielos de Orán
sobre la madera cósmica,
donde se gestan recitales
se forja el mundo de las letras.

Henchido por la variedad de voces
con el acento de su propio origen
en las orillas del Río Bermejo
se perfila la madurez del trópico.

Allí donde se tejen juncos y jazmines
con urdimbre de trinos de pájaros
florece el verbo de los poetas.

Ellos abren la puerta de tiempos nuevos
mientras la arena enhebra los versos
al enero pleno con sabor a mango,
llana las historias en cada habitante.

Brotan los poros del cosmos imaginario
en tierra caliente por el sol,
quedarán cuajados los recuerdos
de aquel mundo trovador.



Adolfo Damián Zerpa

Don José

Si un domingo lo encuentras camino de la iglesia,
lo verás con gorra azul de su prestancia;
yo siempre lo acompaño pata acortar distancia
y a las doce invitamos un vaso de cerveza.

Me cuenta sus recuerdos, su niñez, sus andanzas
y yo por su mirada deseo irme muy lejos;
siempre es capaz de darme la luz de su consejo
y me deja que robe yo también su esperanza.

Tal vez a veces sueña con su Asturias lejana,
con el hogar de piedras al pie de la montaña
que dejara una tarde con ansias de correr,

Y en la suave nostalgia que perfuma la espera
buscan sus ojos mansos la paz de Casomera
y queman en silencio la gloria de volver.

Sergio Rodríguez

domingo, 7 de septiembre de 2008

Abandono



La luna se deja blanca.
no hay balcones romanceros.
El perro ladra,
ruidos que no existen.
El aire distraído, se irrita,
entre abismantes soledades.
Los fantasmas divagan,
por caminos abstractos.
Arañas que no duermen,
se deslizan por mudas paredes.
Ya es de madrugada,
las cortinas están bajas.
Los versos se niegan.
no tienen rimas las poesías.
La luz cae palideciente,
sobre una silla
que soporta el fatalismo,
de saberse abandonada.


Raúl Vicente Chocobar

Escapar



Todo es lustrol al nacer el alba,
sonrisa nueva en la cara,
ahí, el cinismo y más,
a cada paso, mi realidad constelada.

Allí viven mis ojos,
entre tirria melancolía.
Ahí mi ser insípido,
con el alma acosada y moribundo.

Inerte en el mundo, que va y viene,
marginando, sediento emociones.
Ahogado por el río de los vicios,
corazón herido por rencores.

Mendigando con suspicacia efectos,
entre la desoladora soberbia,
que acecha cobardemente.
Yo iluso, confundido con miseria.

Por siempre, vagando en sueños,
nada comprendo, ni me comprenden,
busco en hojas de libros, refugio,
para escapar de abandonos y tormentos.

Luces mudas alumbran mi camino,
gesto misterioso del destino.
Frialdad y flaqueza, ¡Basta!,
ya al límite.

Raúl Vicente Chocobar

Mi Bayo

A mi bayo lo montan
Los chicuelos del pueblo
Y se van por las tardes
Caña al hombro y anzuelos.

Regresan con al luna
Que tras el cerro asoma
Porque le tienen miedo
Al duende de la loma.

Otras veces desfilan
Con gallarda aportura
Y yo no sé de dónde
Consiguen la montura.

Participan en juegos,
Gozan a rienda suelta
Y me dan muy atentos
Las gracias, a la vuelta.

Mientras tanto yo sueño
Y escribo esta poesía
Pequeñita y humilde
Como la infancia mía.


Sergio Rodríguez.

Ausencia

No están y duele, no estás.
Yo, mi soledad, a solas.
Nada remplaza esa agonía,
de no compartir horas.

Solo y sábanas heladas,
sobre camas desnudas.
Nada puedo, no estás.
Tampoco besos, ni manos unidas.

Allá el abandono, acá…
Puertas cerradas, melancolías.
Sin encontrar respuestas, sin…
escucho tristes melodías.

No podré olvidarte, lo sé,
fuego que quema sin quemar,
misterio de sufrir sin sufrir,
injusta condena por amar.

Raúl Vicente Chocobar

Amancay



En el nombre del padre
del amor y la sangre
Dios
este dios tan hombre
me anticipó el cielo en una hija.

Para que mida la dimensión de las estrellas
hundiéndome en la tierra
y no hable del pan
sin conocer el hambre
ni ofrezca mi pluma
al obrero de azul
que pasa por mi calle.
¡Que le acompañe¡
en su aguinaldo avinagrado la desnuda resignación de su mujer
sus hijos
multiplicada evasión del hombre que perdió su sombra
en el último crepúsculo.
Aquí en los bodegones me crezco,
avergüenzo el madrigal de las confiterías
aprendiendo
un blanco calendario de pañales,
la antigua matemática de los alquileres
discutiendo el cedro de la cuna
inventando sonajeros de piedra.

La mujer
meciendo un desvelo
ordeña su dulce leche de huesos
con la sonrisa vieja de las flores
que mueren a la tarde inocentemente alegres
de habitar con pétalos el aire.
Ya planté el árbol de los abuelos
lo miro a dios de frente
y un ángel hace guardia en los ojos de mi niña.


(Del libro “Los últimos serán los primeros)

Hugo Alarcón


El vendedor de tierra



Vuelve del horizaonte


cargando tierra negra en sus espaldas.


Cuando llega lo aplauden los jardines


y se emociona el agua.


Y yo le compro tierra, y algún día


me tendrá que vender toda la carga.





Jacobo Regen

http://www.camdipsalta.gov.ar/INFSALTA/regen.htm





Lira y soneto a Dios




Por la tierra y el cielo,
con la manos del agua entre los tallos
te busca mi desvelo;
y me cabe en la boca todo el suelo
si te arrasan de verle los caballos.
Busco tu huella por el claro del día
y por la noche de lunar asombro,
por tu mano, sentida sobre el hombro,
y tu pie, compañero de mi vida.
Busco tu blanco fuego en mi agonía
quemando el labio con que no te nombro,
arquitecto en el tiempo de mi escombro,
dulce alfarero de la vida.
Apenas puedo presentirte ahora;
es mi vida un cegado desconsuelo
y un torpe anhelo que en la voz me llora.
Y te busco, extraviado y a deshora,
¡que es mi tiempo de errar bajo del cielo
hoy, desterrado de tu eterna aurora!



Los oficios, antología


Walter Adet

Las casas




Las casas se pusieron inhóspitas
y tuvimos que abandonarlas a su suerte.
Primero fue la casa de los patios
donde la infancia ponía expectativa en ciertas plantas
que todavía ofrecían protección.
y en una muy querida forma de llamarnos a la mesa.
en otra casa las chirimoyas ordenaban una majestad
y el juego de los hermanos se escuchaba
como una premonición que sería demasiado dolorosa
si alguien insistiera ahora en recordar.
Después fue la casa donde la humedad del río
se nos pegaba al cuerpo como la piernas
de una mujer que nos enloquecía,
y hasta la sombra crujía de deseo, y una lengua
nos buscaba la lengua
con la voluntad desesperada.
Y las otras casas, con amigos hasta el amanecer,
con hijos, con poemas,
con pequeños olvidos (apenas distracciones
que sin embargo después
venían a buscarnos desmesuradamente)
De todas las casas nos hemos ido.
y cuando creíamos que ya nada quedaba de ellas
apareció una hoja en el suelo, un grito subrepticio
en un cajón, el cuaderno de la escuela
con los cuidados de la madre, un botón, el canto del gallo.
Qué hacer entonces,
si no queremos coleccionar fracasos
ni objetos distraídos que se olvidaron de morir,
sino juntar los pedazos que sobreviven dolorosamente
y dejarlos caer por la ventana de este cuarto piso
como quien tira una corona de novia al mar,
como un globo lamentable que aligera su carga.
Restos queridos a los que decimos adiós con memoria trastornada.





Santiago Sylvester
De su libro “Libro de viaje”, 1982

De pasar la vida


Mira, somos

iguales que antes...


Mira,

somos iguales que antes,

cuando dijimos

que nos queríamos

Sólo los otros,

ahora,

son diferentes.


Mira el alma

y no añores.

No cambies, nunca, el ayer

por el hoy.

Deja el ayer, en su sitio,

bien como está.

(No le quites tampoco,

la piel del recuerdo).


Es natural

que así sea este júbilo

de saber hasta dónde,

la vida,

nos conmueve.


Mira,

qué pronto,

los árboles crecieron

en la casa.

Cómo tuvimos que podar

los sueños, para que la luz

entrara,

de lleno.

Raúl Aráoz Anzoategui